Vuelve la Rana Dorada a su habitad.

De enero de 2013 a marzo de este año más de 100 ranas doradas han nacido en cautiverio en el Centro de Conservación de Anfibios y Ranas dentro del zoológico de El Níspero, en El Valle de Antón.
La última camada se dio el pasado marzo , cuando 50 ejemplares de esta especie en vías de extinción vieron la luz bajo un estricto proceso científico desarrollado por biólogos y expertos extranjeros que colaboran con el zoológico de Houston, Estados Unidos.
Ante este feliz acontecimiento, los expertos evalúan un posible regreso de la especie a los bosques, sana y libre de la contaminación, señaló Heidi Ross, investigadora encargada del centro.
Indicó que del último nacimiento de unos 50 ejemplares ya reflotaron del agua y se encaminan a desarrollar su estado adulto.
La sociedad científica catalogó este hecho como un éxito, porque la especie atravesaba una crisis en cuanto a la disminución de la población, debido a la presencia de un hongo quítrido que las extermina. Ross explicó que la rana dorada necesita de quebradas y riachuelos libres de contaminación para vivir, ya que ese es su hábitat natural.
La reproducción continúa bajo estudio científico, con miras a expandir su población en toda la región de El Valle de Antón.
La investigadora reiteró que se espera que la cifra actual aumente, porque hay animalitos que no han salido del agua. Ahora empieza el trabajo más fuerte, debido a que están pequeñas y se debe asegurar que tengan la alimentación adecuada para que su desarrollo sea óptimo, tomando en cuenta que la vida de esta especie es muy delicada.
“El futuro es alentador porque tenemos 13 ranas adultas más, incluyendo dos que fueron capturadas en campo, tratadas con medicamentos, y que se convertirán en futuras madres”, apuntó.
En el centro de reproducción se trabaja en un próximo acontecimiento de reproducción, que ocurrirá en diciembre próximo, aseguró Ross, quien reiteró que existen unas 15 ranas adultas que tienen la capacidad de poner sus huevos.
Respecto a la logística de este proyecto, explicó que anualmente se hace una inversión de $100 mil, que se distribuyen entre la cría de insectos para complementar la alimentación de las ranitas, salarios de colaboradores, y el uso de la energía eléctrica, que es lo más caro, porque todo el sistema de vida artificial que se le brinda a estos animales permanece encendido las 24 horas del día. “Una interrupción del servicio acabaría con sus vidas”, acotó.